#Internacional |.🔴EL LUGAR DONDE UNA ORACIÓN LE CUESTA LA VIDA A LAS FAMILIAS‼️‼️
Resulta difícil imaginar un país donde creer en Dios sea considerado el crimen más grave. Sin embargo, en Corea del Norte esta es la realidad cotidiana para miles de cristianos que viven su fe en la clandestinidad. Allí, la persecución no se limita a la discriminación o el rechazo social, sino que forma parte de un sistema diseñado para erradicar toda creencia que no sea la lealtad absoluta al Estado.
El precio de ser descubierto practicando la fe cristiana es extremo y aterrador. En muchos casos, la consecuencia puede ser la ejecución inmediata, sin juicio ni posibilidad de defensa. Si la persona no es asesinada, suele ser catalogada como “criminal político” y enviada a campos de trabajo forzado, donde el hambre, el maltrato y las condiciones inhumanas hacen que pocos sobrevivan tras años de cautiverio.
Uno de los aspectos más crueles de esta persecución es el llamado castigo de las tres generaciones. Cuando una persona es descubierta como cristiana, no sufre sola: las autoridades arrestan y castigan también a padres, hijos e incluso nietos, aunque ellos no profesen la fe. Familias enteras ven su vida destruida por una sola oración.
En Corea del Norte no existen iglesias ni lugares seguros para reunirse. Cualquier intento de adoración comunitaria es imposible. Incluso orar en silencio dentro del propio hogar implica un riesgo mortal. El régimen mantiene una red de vigilancia constante: vecinos, maestros y funcionarios son entrenados para detectar y denunciar cualquier indicio de cristianismo.
A pesar de esta realidad, muchos creyentes continúan aferrándose a su fe en secreto, demostrando que, aun bajo la amenaza de la muerte, la esperanza en Dios no puede ser completamente apagada.
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